Casi media hora de espera. Luego de Di Giovannis y Utopians,
ya se hacían las 21:00, hora en que estaba pactado el comienzo, cuando de
pronto, una voz anuncia desde atrás del escenario, que el show iba a demorarse
15 minutos, para que termine de ingresar el público que aún no lo había hecho. Pasamos
esos 15 minutos, la impaciencia era cada vez mayor. Cada vez que un técnico de
la banda aparecía en la banda para realizar alguno de los últimos arreglos,
muchas personas aplaudían ante la ilusión de que sea su amado Robert. Nuestro
amado Robert.
Hasta que se apagaron las luces. Y la pantalla empezó a
brillar, delicadamente, mostrando imágenes semejantes a un cielo estrellado. Y
a los pocos minutos, apareció la banda, y apareció Robert. Y estalló Plainsong,
como carta de bienvenida, y creo que nadie podía creer lo que estaba viviendo.
Nadie terminaba de caer. Los gigantescos teclados de Roger O’Donnel, el tempo
pausado, Simon Gallup y sus líneas de bajo melódicas, porque ya lo sabemos, el
bajo en The Cure no es sólo hacer bases. Y Robert en silencio, sonriendo al público,
hasta que se acercó al micrófono, y musitó ese clásico “i think it’s dark, and
it looks like rain”, y eso bastó para la ovación de la gente. Y ante el estupor
del público, la siguiente canción fue Pictures Of You, y el ensueño parecía no
terminar. Verdaderamente, creo que esas dos canciones representaron el momento
de mayor belleza e intensidad emocional de todo el show, fue simplemente lisérgico.
Lullaby, y posteriormente High, y The End Of The World, se encargaron de devolvernos
a la realidad, sacarnos de ese estado de trance, y movernos un poco. Lovesong
llevó esa idea más adelante, y ni hablar de la seguidilla Push / In Between
Days. Y como si fuera poco, el tema siguiente fue Just Like Heaven, momento en
el que el estadio de River casi colapsa. Todo el mundo coreó ese “Show me, show
me, show me how you do that trick”, y nuevamente, la fusión de teclados, chorus,
bajo, fue simplemente envolvente. Ni hablar de Reeves Gabrels ejecutando esa
melodía celestial de guitarra. Me hubiera gustado que esas mismas texturas se
repitieran en From The Edge Of The Deep Green Sea, uno de mis temas favoritos,
pero lamentablemente, algo faltó. La disfruté igual, obviamente. Luego de Sleep
When I’m Dead (Probablemente la canción que menos interés despertó en el público),
vino la dupla Seventeen Seconds, con Play For Today, y A Forest. En mi opinión,
a ambas les faltó energía, más velocidad, y un Robert más inspirado quizás. Luego
del delirio noise de Simon Gallup, el tema siguiente fue Primary, una verdadera
sorpresa en el setlist. Seguirían el desorden de Bananafishbones, Charlotte
Sometimes, The Walk (La bailaron hasta los muertos). Otros momentos destacados
de esta mitad del show fueron Friday I’m In Love (Obviamente), Fascination
Street (Luego de Doing The Unstuck y Trust, ambas de Wish). Llegando al final
de esta tando, vendría One Hundred Years, y ahí estaban todos, bailando al
ritmo de esa trágica disonancia, en una de las canciones más oscuras de la
banda, total “It doesn’t matter if we all die”. Y antes de que se vayan detrás
del escenario, cerrarían esa tanda con nada más ni nada menos que
Disintegration, con un Smith ya exhausto, desintegrado, ya que estamos.
Los bises vendrían de la mano de esa tríada Kiss me, Kiss
me, Kiss me, con The Kiss, If Only Tonight We Could Sleep, y Fight. Definitivamente,
el momento más hipnótico del recital. Pero en el segundo bis, al final de la
velada, vendría la fiesta: The Lovecats, The Caterpillar, Close To Me, Hot Hot
Hot, Let’s Go To Bed, y Why Can’t I Be You. Toda una tanda de temas donde The
Cure se despojó de todas sus crisis existenciales, y mostró que también saben
divertir. Llega Boys Don’t Cry, el hit de todos sus hits, la canción que todos
cantaron.Muchos creyeron que ahí terminaba todo. No, habría tiempo para más y
para el delirio de los fans, sonarían 10:15 Saturday Night, y la explosiva
Killing An Arab, mejor final, imposible. No se podía pedir nada más ya, y para
colmo, Robert se despidió con un “See you again” que enardeció a la multitud.
Lo que se vivió en River fue una sobredosis de soma. Algo
histórico, verdaderamente. Uno puede ponerse quisquilloso y decir “Me hubiera
gustado que toquen algo de Bloodflowers”, o “Que le pongan más onda a A Forest”.
Pero realmente, hay que admitir que el setlist, la banda tocando más de 3 horas,
la noche otoñal, TODO fue perfecto. Creo que para los que estuvimos ahí, no
existe nada más grande en este momento que The Cure. Inclusive para mí, que
siempre renegué de los favoritismos. Ahora, a confiar en que Robert Smith se
acuerde del “See You Again”, porque de seguro, ahí estaremos nuevamente.